Pasaron los años y el pequeño Nicolás maduro, empezó a perder esa capa protectora que le había servido de escudo hasta sus 16 años, sus padres y comenzó a enfrentarse a la vida con otros ojos. Aquel objeto que le hizo pasar grandes ratos de alegría y evitar tardes de aburrimiento se encontraba cogiendo polvo en la estantería de su cuarto, siendo anulado por regalos más novedosos que iban obteniendo más importancia en la vida del ya no tan pequeño Nicolás. Videoconsolas, libros de fantasía, apuntes del instituto... Cualquier objeto había cogido más importancia que el ya anticuado puzle tan querido por aquel entonces...
Pasaron los días, el reloj de arena no se paro, el tiempo no dio tregua a Nico...Era el día más triste de la vida de Nico, sus hermanos habían emigrado a otros países a buscarse la vida y su madre poco a poco se deterioraba como cualquier mujer de su edad, como las grandes cosas, ocurren cuando menos te lo esperas, en cualquier lugar y a cualquier hora... El padre de Nico tuvo una conversación corta pero profunda con el joven en la que pocas pero importantes fueron las palabras.
-Nico... La vida es como un puzle, solo hay una manera de poner las piezas, y aun así una vez terminado dudamos de que lo hayamos hecho correctamente, yo estoy seguro de que lo monte bien y no me arrepiento de la posición de ninguna, espero que tú no te arrepientas , pues una vez colocadas difícilmente pueden cambiarse.-
Como cualquier joven de su edad Nico no entendió estas palabras ya que sus deseos más tempranos eran salir a la calle, ver la tele o jugar al ordenador y es que las palabras importantes se dicen cuando uno puede, no cuando uno quiere... Este discursito no era elegido al azar, el padre de Nico no quería perder la oportunidad de decirle esto a su hijo,y si fue a sus 16 años no fue una elección del padre, sino del destino....
Desde ese día nada fue igual, las decisiones de Nico le pesaron cada vez más notablemente, pues la madurez conlleva responsabilidad, y cuanto más mayores nos hacemos más responsables somos de nuestros actos.
Nico maduró, fue perdiendo y ganando cosas, tomando decisiones y formando su puzle inconscientemente: universidad, amigos, pareja, casa, hijos... Todo importaba y fue forjando poco a poco su vida. Pero como ser humano dudaba y el asiduamente se preguntaba: -¿Sera esta la decisión correcta?- Que útiles hubieran sido las palabras de su padre en ese momento y no hace 20 años...Pero ahora él no podía decírselas...
El ignoraba la importancia del puzle que le regalaron, ya olvidado y posiblemente desaparecido, pero su padre siempre quiso que se preparara para la tarea más dura de la vida: elegir bien. No existe ningún parámetro o medidor para determinar el acierto de nuestras decisiones, pero ninguna es menos importante que otra... Finalmente el monto su puzle, y todas las piezas encajaron correctamente, aunque por su cabeza pasaban esas preguntas existenciales ¿Y si hubiera ido aquí? ¿Y si no hubiera hecho esto? El puzle estaba completo y no se podía deshacer...
Nico murió, triste o feliz, fácil o difícil, larga o corta, nadie podía juzgar su vida más que él...
[...]
-¿Las colocaste bien...? - dijo el padre.
- De la mejor forma...- respondió el hijo
-¿Crees que él las colocara como nosotros? -de nuevo preguntó el padre
-No lo sé, pero seguro que para el será el mejor puzle...- volvió a responder el hijo
Ambos tuvieron una conversación eterna, en la que rieron, lloraron y se sintieron vivos, más vivos que en la propia vida...
Las decisiones no siempre son las correctas, pero si las nuestras, cada decisión es una pieza del puzle, el puzle de la vida...