Julio, Julián,
dos hermanos aparentemente iguales, nacidos el mismo 27 de marzo en una
localidad de Madrid, aparentemente todo normal, si no fuera porque uno acabo su
vida en lo más alto y otro, desgraciadamente , no tuvo es suerte. Ambos
hermanos disfrutaban de una vida tranquila, sin aparentes preocupaciones,
estudiar, ayudar en casa, hacer vida normal, la lógica nos llevaría a un modo
de vida que se desarrolla en el 80% de la población, que afirma no querer moverse
de su “zona de comodidad”.
Esta
breve historia nos sitúa en estos dos hermanos, caucásicos, simples, leales,
quizá si los hubieras conocido sabrías de lo que hablo cuando digo que siempre
iban a estar allí, aun con todo esto, dentro de la cotidianeidad y extraña
igualdad que les imperaba, eran tan diferentes como el día y la noche. Pues
para conocer verdaderamente a una persona no basta con tocarla, abrazarla o hablar con ella, hay una pequeña
caja en su interior que te dirá como es, pero esa caja no tiene reglas ni
interruptor de activación, esa caja se abre solo cuando el dueño quiera.
Los
padres de los hermanos Ramírez eran una pareja normal, que siempre intentaban
criar lo mejor que podían a sus hijos, dos gemelos que parecían iguales, y
pensaron que podían educarlos a la par… craso error… No sabemos nada, somos
completamente ignorantes en todo, más de 2000 años de civilización y aun no se
ha podido emular el mecanismo de una planta y aún menos explicar como algo tan
pequeño como un ovulo puede acabar siendo una persona, alguien lo decidió y
nosotros solo podemos aceptarlo y seguir hacia adelante.
De esta
regla de tres de que nos tiraron al campo de batalla sin nada, con las armas
necesarias para avanzar, porque todo
está escrito, y a la vez en blanco. Cada persona es un mundo, y desde que damos
nuestro primer paso o decimos nuestra primera palabra estamos creándonos, fabricándonos,
diferenciándonos de los demás. Al igual que un alpinista ama escalar, un pintor
se sumerge en sus acuarelas, tácito y calmado. No podemos pretender crear a una
persona a nuestra medida, pues cada pieza tiene un lugar diferente, solo
podemos prepararlos para esta guerra llamada “vida”.
Aún con
un mismo clima familiar y unas mismas pautas sociales Julio y Julián llevaron
caminos diferentes. Julio amaba el movimiento, no podía estar quieto,
necesitaba avanzar y dar pasos cada vez más largos, era un muchacho con hambre
de mundo, que jamás se quedaría en esa zona de comodidad, que fácil sería no
moverse de su silla y hacer lo mismo todos los días, pero el no era así,
necesitaba sentir nuevas sensaciones, y nunca caer en esa zona que más que
ayudarte, lo que hacía era mermarte. En cambio Julián apreciaba lo estático, no
era partidario de moverse mucho y estaba comodísimo en esa “zona de comodidad”,
puede que su vida no tuviera vuelcos alucinantes ni escenas épicas, pero
apreciaba su tranquila vida, pues como él decía, si algo bueno pasaría le
llegaría ,no debía encontrarlo. En cambio el primero de los hermanos, pensaba
al revés, solo si salía a la búsqueda encontraría lo que esperaba…
No
quiero convenceros de qué tipo de vida es la mejor, pues aun siendo un
aventurero como Julio o un tranquilo hombre como Julián lo importante de verdad
es que lo que estés haciendo con tu vida sea lo que te gusta, pues aunque es
peligroso caer en esa comodidad que te impide avanzar, quien soy yo para
decirte que no serás feliz en tu ciudad, pueblo o pedanía, porque al final lo
más bonito de este libro llamado vida es que tú eres el único que puede
escribir en el y que todo lo que narres seguro que es un bonito cuento
que contarle a tus hijos. Así que seas como cualquiera de los dos hermanos,
recuerda no existe la mejor decisión, sino tu decisión.
