domingo, 11 de enero de 2015

Nadie nos callará

El Miércoles 7 de enero dos yihadistas entraron en las oficinas del semanario satírico francés “Charlie Hebdo” para llevar a cabo una matanza contra sus periodistas. En el ataque, fallecieron doce personas: once en el interior de la sede del semanario y un policía en el exterior, pero los terroristas consiguieron escapar. Su búsqueda mantuvo en vilo a toda Francia, llegando a desplegar más de 80.000 policías. Los hermanos Kouachi se ocultaron en una imprenta a a más de 30 kilómetros de París. Otro yihadista, Coulibaly, se atrinchero en una tienda judía con rehenes, amenazando con su inmolación. Finalmente tras 48 horas de terror, casi simultáneamente se abatió a los terroristas. Cinco personas más murieron.

Lo que han visto nuestros ojos esta semana es un nuevo referente de terrorismo islámico. No solo vienen a Europa a atacarnos, sino que entran dentro de una revista para matar a sus redactores. La sensación de impotencia ante tal acto es sobrecogedora. Además, van a atacar a periodistas que ejercen su derecho de libertad de expresión. Todo a raíz de unas caricaturas a Mahoma en 2006, que ha acabado con la matanza de esta semana en París. Callar a las personas a base de Kaláshnikov, ¿Dónde está el límite de estos monstruos? La reacción ha sido abrumadora, más de un millón de personas en las calles de París.

Ellos tendrán armas, bombas y toda la munición que puedan imaginar, pero es totalmente irrisorio comparado con la cooperación mundial, la masa humana que formamos en contra de estos acto terroristas. “Je suis Charlie” deberíamos llevarlo grabados todos a fuego en nuestra alma, no solo por las victimas, sino porque es un momento histórico que nos ha hecho ver la importancia de la libertad de expresión, que no puede ser callada por nadie y nunca lo será.