Una música sencilla que te deja atónito mirando a la chica de la barra. Esa chica que aunque está cerca de ti la notas lejos y distante. Para acercarte a ella puedes romper la barrera personal que os separa con un “Hola, ¿Puedo acompañarte?” algo que se estaba perdiendo por culpa de la conexión que sufrían las 24 horas al día las personas. Los móviles acercan a las personas que tenemos lejos y aleja a las que tenemos cerca. Pero en mí cabeza no existían esos aparatos infernales.
Una luz
tenue que bailaba por toda la sala. Yo me encontraba sentado en una mesa con un
cubata entre mis manos y desde allí podía ver a todas las chicas de la
discoteca. Siempre pensé que a ella la conocería en una salida nocturna. Mi
cabeza dando vueltas, pensando en mil cosas a la vez gracias al poder del
alcohol y la música estimulante. Había una tranquilidad absoluta, como si nada
más existiera en el mundo. Todas las personas iban a lo suyo, todo se movía muy
rápido y de forma incontrolable, como si el tiempo no tuviera un orden fijo.
Las personas entraban y salían frenéticamente mientras yo seguía ahí, con mi
cubata.
La música
iba menguando hacia una especie de melodía profunda y la gente que se repetía
delante de mí iba desapareciendo, como si de espejismos y fantasmas se tratara.
Al contrario de lo que sería normal en una situación así estaba tranquilo,
consciente de que yo no era como los demás, no desaparecería. Es irónico, pero
cuando preguntas a alguien que necesita encontrar en su vida te habla de una
pareja ideal. Como si estuviéramos destinados a compartirla toda con otra
persona. Y eso era lo que me pasaba a mí, que sentía que a pesar de viajar, de
conocer nuevas experiencias seguía solo, porque no había conocido a esa persona
ideal.
Miedo,
decepción, impotencia, anhelo, deseo, necesidad… Tantas palabras se le pueden
venir a uno a la cabeza en una noche. Y cuando menos te lo esperas, entre ese
caos de gente saliendo y entrando del
bar la ves a ella. No sabes cómo explicarlo, pero desde el primero momento que
existe un contacto visual entre vosotros sentís algo por dentro que te indica
que no busques más. Ya lo has conseguido. La escena se iba reduciendo, las
personas se esfumaban con las luces etéreas, como si no existieran y esa chica
del bar permanecía en la barra.
La necesidad de volar, de tener que hablar con ella, de saber que no te vas a equivocar y todo va a salir bien. Te levantas, te acercas a ella, no tienes que esquivar a personas, porque no hay nadie más en el bar. Es tu persona ideal. Pero justo cuando estás dispuesto a dirigirle a la palabra un miedo interior te lo impide, como si fueras a perder algo en el intento. El polvo de las personas que desaparecieron te envuelve, se expanden por la sala. Pero tú lo tienes claro, no habrá más oportunidades. Le tocas el hombro, intentas articular una palabra, pero no lo consigues. ¿Cómo es la persona ideal? Eso es lo que uno se pregunta, pero cuando la ve no tiene dudas.
Ella se da la vuelta. Tú te quedas mirándola. Ves mucho más que una persona, ves a tú compañera de viaje, tú salvadora, una mujer en la que confiar, en la que depositar todas tus últimas esperanzas. Y esa persona no se parecía a ninguna que había visto antes, ni mucho menos en la que pensaste una vez que te enamoraste. Encontrar el amor es fácil, lo difícil es encontrar a la persona ideal.
Unos ojos
que respiran un alma pura. Una sonrisa que te quita los males con solo
mostrarse, un pelo que hace de manto en la noche fría. Esa era mi persona
ideal. Una persona que no existía aún. A continuación todas las luces se
apagaron y un único foco iluminaba a la diosa que me sonreía. Era todo tan perfecto
que parecía irreal. Esa misma sonrisa que te puede iluminar la vida se esfuma
como una más de las personas de la sala, pues no existe y lo que no está se va.
-No era real… No era ella… ¿Dónde estás?-
Pregunté a la nada cayendo de rodillas al suelo.
¿Todo este
viaje de liberación no había servido para nada? Eso no podía ser, todas las
decisiones en la vida sirven para algo y tienen consecuencias. La música ya
casi ni se escuchaba.Estaba sin fuerzas para continuar
-¡NO TE
RINDAS!
Una voz
irreconocible, pero poderosa. Algo me alentó a no tirar la toalla cuando ya daba todo por
perdido. Esa voz que te anima a continuar
cuando das todo por perdido. Esa voz que si no hubieras escuchado y te
hubiera animado a levantarte, quizás, solo quizás, en el futuro no
estarías con tu persona ideal.
















